13/10/23

Manifiesto...

Javier Payeras,
Guatemala



 MANIFIESTO DE LA POESÍA OBSOLETA


   Regresa por la noche y se pone a escribir sin detenerse, palidece su ánimo cuando la interrumpe el ruido más leve y puede redactar cien hojas en medio del ruido más ensordecedor, se duerme en los aeropuertos y la dejan varada los autobuses, nunca descansa y a veces se levanta de mañana hecha una ruina, es la loca de la casa, la que no pelea con sus parientes por una propiedad en herencia ni por dinero; consigue enamorar, pero aleja con su tristeza a sus posibles amantes, no finge, porque sólo nos muestra su reflejo; no cultiva con cuidado los contactos y la sociedad quiere herirla en su parte más baja, esto es, en el lado izquierdo del tórax; la traiciona la mediocridad y el subdesarrollo, es del color de las hojas viejas que se descomponen en todos los tiempos, vuelve a su escritorio rancio y se apila junto a las estrellas que a esa hora de la noche se descuelgan sobre el café, es el corte exacto que le falta a la pared, es la cadena ruidosa de la bicicleta del niño, es el punto y la coma, la sed y la rabia, la hélice de una flor y una lechuza en celo, luego se va a dormir y a rodajear tomates en el sueño, percibe un sueldo menos que necesario, huye de la caspa atómica que dejan los políticos, dibuja distraída mientras pinta para convencerse que no es pintora, es poesía con todo ese ruido en los dientes y orejas que captan la radio, se hace prófuga y esgrime algún folleto fundamentalista, cree que la religión, la cábala u otra locura la salvará del dolor más profundo (y se equivoca, por supuesto), habla sin parar de sus cosas, cosas sin importancia: un vaso de lápices, una lámpara... agiganta los miedos que de niña la detenían en el sofá y nombra una mitología extraña de cosas en movimiento y se lanza a la muerte con sus amuletos; disfraza su delgada figura con un traje hecho de tormentas y cree que algún día el dinero vendrá flotando del mar, las costras se caen de su cara y por lo regular su rostro permanece vertical como una fila de ángeles; amenaza a los diarios con publicar sus dudas y se ríe estruendosamente cuando los mojigatos la llaman cínica; es sonámbula cuando entra en contacto con la voz de su abuela, atropella sin querer a gente torpe que sólo sirve para ver debajo de los paraguas; se da al olvido como una rutina muy cómica y estira sus bolsillos con lluvia cuando debe compartir lo que no tiene; se pregunta, ¿existirá el mañana?, tiene hermanos torpes que a su lado sólo han podido echarse a reír; escucha la música como quien atiende algo responsable, pletórico de colores y vital para llegar al cielo; abre su corazón con un abrelatas y se cree la única responsable del fin del mundo; vive en la casa de otros o viaja durante años sólo para consolar a un amigo...


   La Poesía Obsoleta vuelve y se va. Y el mundo sigue igual. Igual con o sin ella. Igual con sus peces de colores. Con sus cigarrillos. Con sus limosnas y con sus limosneros. Igual con su ahogo de siglos tropezándose en la página.